El propósito de esta parábola es
permitirle entender la amplitud y complejidad de las distintas leyes que el
Eterno ha dado a la humanidad en los diversos periodos históricos, haciendo la
comparación con una vivienda o edificación.
La ley que
el Eterno enseñó a Adán y Eva era tan simple y elemental como una choza,
pues fue una ley dada a seres que no conocían el pecado (ellos eran como
niños). La ley que
el Eterno enseñó a Noé era como una vivienda unifamiliar, más amplia y compleja que la choza. El pecado ya
era una realidad en el hombre y el Eterno enseñó a Noé principios de justicia
que lo llevaron a declararlo como un varón justo delante del Creador por cuanto
la guardaba Génesis 6:8-9. La ley que el
Eterno enseñó a Abraham era como una vivienda multifamiliar, pues
incluía diversos mandamientos, estatutos, preceptos y leyes que le fueron dadas
para él y su parentela Génesis 26:5. La ley que el
Eterno ensenó a Moisés era como un gran edificio, por su mayor amplitud y
complejidad que las anteriores, pues fue una ley dada para una nación
entera Deuteronomio 11:1.
Jesucristo
no vino para derribar el gran edificio de la ley que su Padre Eterno había dado
a Moisés Mateo 5:17, sino para hacerle ampliaciones y modificaciones, porque su
propósito era incluir toda la humanidad dentro de ese gran edificio.
Jesucristo inicia en el sermón del monte esas reformas o modificaciones a la
ley del nuevo pacto (recuerde que el nuevo pacto no es sin ley Jeremías 31:33).
Jesucristo posteriormente profundiza la reforma de la ley con su sacrificio en
la cruz y las culmina a través de los
Apóstoles y Profetas como Pablo, por lo que la ley del nuevo pacto es más
amplia y compleja que la ley dada a Moisés.
La ley que el Eterno entregó a Adán y Eva era
tan simple y elemental como una choza, pero con el tiempo se fue haciendo más
compleja por causa del pecado y del propósito del Eterno con su pueblo y la
humanidad, pues necesitaba enseñarle sus elevados principios de justicia,
pureza y santidad. Sin embargo, el pueblo del Señor en este tiempo, ha reducido
nuevamente la ley del Eterno a una simple choza, pues algunos hablan de solo
dos mandamientos, otros hablan de solo diez mandamientos y otros hasta se
atreven a decir que en la gracia no hay ley.
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