jueves, 19 de septiembre de 2013

Parábola para comprender la complejidad de las leyes del Reino del Dios Eterno en la tierra

El propósito de esta parábola es permitirle entender la amplitud y complejidad de las distintas leyes que el Eterno ha dado a la humanidad en los diversos periodos históricos, haciendo la comparación con una vivienda o edificación.
La ley que el Eterno enseñó a Adán y Eva era tan simple y elemental como una choza, pues fue una ley dada a seres que no conocían el pecado (ellos eran como niños).  La ley que el Eterno enseñó a Noé era como una vivienda unifamiliar, más amplia  y compleja que la choza. El pecado ya era una realidad en el hombre y el Eterno enseñó a Noé principios de justicia que lo llevaron a declararlo como un varón justo delante del Creador por cuanto la guardaba Génesis 6:8-9. La ley que el Eterno enseñó a Abraham era como una vivienda multifamiliar, pues incluía diversos mandamientos, estatutos, preceptos y leyes que le fueron dadas para él y su parentela Génesis 26:5. La ley que el Eterno ensenó a Moisés era como un gran edificio, por su mayor amplitud y complejidad que las anteriores, pues fue una ley dada para una nación entera Deuteronomio 11:1. 
Jesucristo no vino para derribar el gran edificio de la ley que su Padre Eterno había dado a Moisés Mateo 5:17, sino para hacerle ampliaciones y modificaciones, porque su propósito era incluir toda la humanidad dentro de ese gran edificio. Jesucristo inicia en el sermón del monte esas reformas o modificaciones a la ley del nuevo pacto (recuerde que el nuevo pacto no es sin ley Jeremías 31:33). Jesucristo posteriormente profundiza la reforma de la ley con su sacrificio en la cruz y  las culmina a través de los Apóstoles y Profetas como Pablo, por lo que la ley del nuevo pacto es más amplia y compleja que la ley dada a Moisés.
La ley que el Eterno entregó a Adán y Eva era tan simple y elemental como una choza, pero con el tiempo se fue haciendo más compleja por causa del pecado y del propósito del Eterno con su pueblo y la humanidad, pues necesitaba enseñarle sus elevados principios de justicia, pureza y santidad. Sin embargo, el pueblo del Señor en este tiempo, ha reducido nuevamente la ley del Eterno a una simple choza, pues algunos hablan de solo dos mandamientos, otros hablan de solo diez mandamientos y otros hasta se atreven a decir que en la gracia no hay ley.